Personal

Noche en el aeropuerto

Después de haber llegado a Ezeiza a la 1 de la mañana y de haber pasado migraciones y seguridad bastante rápido, la espera hasta la salida del avión se hizo eterna… Ya habíamos recorrido todo el aeropuerto, nos acercamos a la puerta que nos tocaba, y vimos la hora: 2:30. Tratamos de acomodarnos en los lindos asientos para descansar esa hora y pico que nos faltaba hasta embarcar… pero fue imposible. Mi metro setenta y seis no entraba de ninguna manera en esas sillas rojas.

Como una niña, miraba las publicidades que se repetían una y otra vez en las pantallas. Una empresa petrolera hablaba de las maravillas de trabajar en ella. Imágenes de empleados con sus cascos de seguridad y de obras en construcción. «Fantástico, algo entretenido para ver a esta hora», ironizaba con mis compañeras. Una me escuchaba, la otra ya dormitaba. El loop iba de la página de Aerolíneas al de la empresa constructora. Dos avisos, eso era todo. Creo que llegó un momento que me lo había aprendido de memoria, y hasta recitaba lo que venía a continuación…

Aburridísima, sin poder pegar un ojo, empiezo a mirar la gente alrededor. Somos varios por este lado del aeropuerto, pero hay mucho silencio. Varias familias, un grupo de amigos, una madre con su bebé, niños durmiendo en los asientos. Y de repente la veo venir: rubia, despampanante, enfundada en un vestido de animal print. No de leopardo… de cebra. Y unos zapatos altos, de ese taco grotesco y llamativo. No era un vestido en verdad, era un mono, una pieza enteriza que le marca hasta el ombligo.

Me empiezo a reír. ¿Cómo se hace para viajar vestida así? Yo me miro, y estoy en jean y zapatillas. Tengo la pashmina enroscada alrededor el cuello porque me está matando el aire acondicionado. Mi cara denota cansancio y mis pelos… bueno, mejor ni comentar como estoy peinada. Me acuerdo del día que llegamos a París.

Son las 3 de la mañana y va de la mano de un hombre. Es su pareja? Su amante? Su chongo de turno? No se hablan, sólo van caminando juntos. Por favor, decime que te está llevando a Miami. Ella lleva una cartera grande colgada de su hombro y en la mano una bolsa del free shop. No son ni la 4 de la mañana.

Pero yo la miro, y veo que ella no sonríe. Va vestida para que todos la miremos, va arriba de unos tacos que la elevan 15 centímetros del piso y para que todos la veamos desde lejos, va maquillada perfectamente aunque se está por subir a un avión, va imponiendo su presencia a lo largo del aeropuerto.

No puedo dejar de mirarla y darme cuenta lo lejos que estoy de esa imagen. Yo seguiré viajando en zapatillas, despeinada pero feliz. Sobre todo, feliz.

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Los asientos rojos de la nueva terminal de Ezeiza

6 comentarios sobre “Noche en el aeropuerto

    1. Eso es lo que siempre pienso! Dónde está la necesidad de llamar la atención así? Me gustaría saber qué piensa la gente que se viste así para viajar… grandes misterios de la vida, jaja. Saludos para vos también! Siempre leo tus reseñas de viajes 🙂

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